No es ya navidad, tampoco esto es un cuento. Es la historia real de lo que me pasó en un mes de diciembre pero del año 2003 y sus consecuencias.

Llegamos del aeropuerto ya con luz de día, para conocer el apartamento donde íbamos a comenzar nuestra nueva vida de israelíes fresquitos, porque en horas de la noche en el mismo aeropuerto de Lod nos habían hecho israelíes, cuando subimos al avión éramos uruguayos. Es un cambio importante aunque nunca dejamos de ser uruguayos sino que se agrega la condición de israelí sin perder la anterior, y pese a que con los años la memoria nos juega alguna mala pasada, como cantaba muy bien Alfredo Zitarrosa, “algunos son olvidos y otras son cosas nomás”.

Apenas pusimos las maletas en el suelo, nuestro yerno llamó por teléfono a la compañía telefónica, y a las dos horas ya teníamos funcionando un teléfono en el apartamento. Esto nos hizo recordar que muchos años antes, recién comenzada la segunda guerra mundial, lograr un teléfono en la zona urbana de Montevideo -nuestra ciudad natal- llevaba un mínimo de quince años si teníamos suerte de que hubiera un “borne” disponible.

Esa misma tarde, mi primer llamada fue a una prima, a quien conocía de antes (era argentina) y que había llegado a Israel unos años antes. La llamada fue muy simple: Rosita, te habla tu primo Mauricio, acabamos de llegar y estamos ya en Rejovot y éste es nuestro número de teléfono. Simple y mínima.

A la mañana siguiente suena el teléfono por primera vez. Atiende mi esposa, y oye la voz de una anciana que le habla en hebreo. Ella le contesta también en hebreo: yo no hablo hebreo.

La anciana entonces le dice en idish: dame con tu papá. Mi esposa que algo de idish sabía por escuchar a sus padres, tíos y abuelos, le contesta: mi papá murió. Entonces la viejita se lamenta y después dice: Moishe murió?. Mi esposa le dice: no, Moishe es mi esposo. Moishe es el equivalente en idish a Mauricio o Moisés. Un poco extrañada mi esposa me pasa el tubo.

Mi sorpresa fue más que fuerte. A partir de ese momento me enteré que tenía una prima que tenía más de cien años, que además tenía una hermana con más de noventa, que ambas estaban totalmente lúcidas, y con las que concreté una visita a Herzlía, ciudad donde vivían.

Aquí comienza la parte más importante de la historia, que puede parecer un cuento, y que así me parecía cuando mis primas me contaron toda la historia de la familia de mi madre -tía de ellas- que de boca de mi madre no había oído jamás ni una sola palabra.

Me contó mi prima que ella era hija del hermano mayor de mi madre. Recordé que mi madre me había contado que tenía un hermano mayor que con 30 años un día tomó un barco para Brasil y nunca más se supo de él. Mis primas largaron una carcajada y me contestaron: mi padre a Brasil?. Jamás salió del shtetl ! (pueblito). Ellos eran de Sokoly, un pueblito polaco.

La conversación continuó. Me contaron que en 1942 los nazis encerraron a todos los judíos de ese pueblo en la sinagoga, que era de madera, y les prendieron fuego. Allí murieron mi abuelo, mi abuela, mi tío con su esposa, y una hermana de esas primas que no había querido irse antes de la guerra a la Palestina gobernada por los británicos como ellas dos.

Luego siguieron más detalles. Al tercer día de nacer la mayor de esas primas, falleció la madre como consecuencia del parto. A partir de entonces mi madre (tendría edad escolar) fue la segunda madre para ella, le daba de comer, le cantaba canciones, y la hacía dormir, muchas veces en su misma cama. Tiempo después mi tío se volvió a casar y nació la otra prima.

Mi prima mayor -Tzipora Rogowicz era su nombre- me contó mucho más. Mi abuelo había sido Gran Rabino ortodoxo, y además muy amigo del famoso Rav. Kook, que cuando éste viajaba a Polonia comía y dormía en casa de mi abuelo.

También me contó que cuando los famosos pogromos de 1920, toda la familia tuvo que escapar con solamente lo puesto, corriendo a través de los bosques, desde su pueblo de Polonia atravesando media Europa a pie hasta esconderse en Francia, donde esperaron hasta que la tormenta pasó. Después volvieron a su casa y a partir de ese momento mi abuelo daba clases de inglés, francés y hebreo, y de lo que cobraba guardaba un poco para tener para comer, y el resto se lo daba a otros judíos para que se fueran a vivir a Palestina.

Por supuesto que de todo esto mi madre jamás contó nada, pero ahora que conozco la historia comprendo ciertas cosas. Mi prima Tzipora me dijo que mi madre era una gran cocinera, pero eso ya me había dado cuenta porque mientras vivió (no mucho porque falleció a los 47 años) cocinaba para toda la familia y muy bien. Además mi madre cuando tenía que decir de alguien que era un miserable, no usaba esa palabra, decía que “era un Jean Valjean”, que es el nombre del personaje principal de Los Miserables, de Víctor Hugo. Eso evidentemente lo aprendió en el período que estuvieron escondidos en Francia, donde pudo leer la novela, no en su pueblito natal. Mi madre tendría 14 a 15 años cuando escaparon a Francia.

En 1942 mi madre me llevó un mes a Buenos Aires y estuvimos viviendo en casa de su hermana mayor. Yo apenas tenía cuatro años, ahora me doy cuenta que de alguna forma se enteraron que habían matado a toda su familia y por eso mi madre quería estar con su única hermana viva.

Mis dos primas en forma independiente se infiltraron en Palestina pese a la vigilancia de los británicos, Tzipora por tierra a través de Turquía, y Leah en una barcaza que comandaba nada menos que Menajem Begin, que estuvo quince días dando vueltas por el Mediterráneo hasta que una noche lograron desembarcar. Si los pescaban eran enviados a un campo de refugiados, prácticamente un campo de concentración en Chipre.

En la casa de Tzipora vi por primera vez la foto de mi abuelo rabino con su enorme barba, que pudieron fotografiarlo mis primas muchos años antes cuando él después de almorzar se durmió sentado, momento que ellas aprovecharon porque él no permitía fotos humanas por su ortodoxia. Esa foto está en el libro que cuenta las historias de todas las familias judías del pueblo Sokoly.

De parte de mi padre la historia es diferente, aunque coincidieron ambos en nunca contarla. Nació en Vishniev, Bielorrusia, y de niño tuvo que soportar la primera guerra mundial. De eso solamente contó que lo mandaban de su pueblo a otro a buscar una bolsa de papas que pesaba más que él, para tener qué comer. Para eso tenía que atravesar las trincheras en medio de la batalla, eludiendo las balas y los cañonazos. Después de la guerra, cuando ya tuvo 18 años de edad, toda esa zona había pasado a ser propiedad de Lituania, por lo que la ciudad Vishniev pasó a llamarse Vishniavos, y la familia pasó de Aliskevich a Aliskevicius. Como tuvo que hacer el servicio militar con Lituania, hizo un año y escapó hacia Uruguay.

Sabíamos que mi padre tenía familia en Israel, porque en 1959 vino con su hermano a Israel a visitar a familiares, y sabíamos que tenía un primo militar, porque quisieron verlo y no los pudo recibir porque en esos días había olor a pólvora. En el año 2003, en el momento de mi aliá, al llegar al apartamento de Rejovot donde viviríamos, vi con sorpresa que la calle donde viviríamos se llamaba Jaim Laskov, que era el primo de mi padre que había modificado su apellido original Aliskevich a Laskov. Meses después, gracias a la existencia de internet pude averiguar toda la historia del General y Comandante primo de mi padre, y que además de haber vivido en la calle con su nombre, cuando voy a la playa de Ashdod paso por un largo puente que también lleva su nombre.

También sé que visitaron a otro primo Aliskevich que era comisario de la policía de Haifa. Pero nada sé de esa parte de la familia, solamente he visto una foto familiar.

Seguramente hay muchas familias con anécdotas de este tipo, no todas están en el trabajo de hormiga realizado por el museo y por los archivos con los que se publicaron libros con la historia de cada pueblo de Europa con colectividad judía. Es bueno que se sepa y se transmita a las generaciones más jóvenes.

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